Estallido social y plebiscito en Chile: el pueblo amando a la patria y tan mal correspondido

Manifestantes chocan con la policía en Santiago de , el 10 de diciembre de 2019.Spencer Platt / Gettyimages.ru

El cambio constitucional solo era un mecanismo más en esta dirección.

La salida política

La respuesta del Estado chileno ante esta exigencia de su pueblo fue el acuerdo suscrito el 15 de noviembre de 2019 que buscaba dar una salida institucional ante el estallido, es decir, iniciar un proceso protagonizado por los mismos poderes que estaban siendo cuestionados para calmar el sentimiento popular de ruptura y no tanto para satisfacer las exigencias legítimas de ese pueblo.

En ese sentido, en el texto podemos leer: “Los partidos que suscriben este acuerdo vienen a garantizar su compromiso con el restablecimiento de la paz y el orden público en Chile y el total respeto de los derechos humanos y la institucionalidad democrática vigente”. Dejando claras las prioridades que después se han puesto de manifiesto durante el proceso de reforma constitucional que se ha llevado a cabo desde entonces.

La sociedad chilena exigía una ruptura real con su pasado dictatorial y el sistema social, político y económico que impuso. 

Ante el consenso institucional, llegó el momento de los oportunistas. Así, no es casualidad, el auge que a partir de este convenio tuvo el recién creado, fundado a mediados de 2019, Partido Republicano. José Antonio Kast, líder de esta formación, es hijo de un antiguo oficial de la Wehrmacht, militante del Partido Nazi; su hermano Miguel, fue ministro durante la dictadura de Pinochet y llegó a presidir el Banco Central chileno, y otros de sus hermanos están vinculados al mundo empresarial enriquecido por la corrupción y el sistema de expolio neoliberal que se impuso en Chile. Kast representa en sí mismo todos los males de la historia y la dictadura chilena, sin embargo, en medio de este escenario confuso, acaba extrañamente convertido en el ‘outsider’ frente a la institucionalidad consensuada.

Boric y el consenso

En 2021, Gabriel Boric fue elegido nuevo presidente de la República de Chile. Sobre el relato se presentó como un presidente de izquierdas, aupado por los movimientos sociales y el estallido de 2019. Sin embargo, en estos dos años de Gobierno, Boric ha acabado por identificarse más como el representante de esa institucionalidad cuestionada que como un portavoz legítimo de un pueblo con exigencias de cambios estructurales.

La prensa ha jugado un papel destacado en este proceso de construcción de un relato donde la izquierda se confunde con el oficialismo, y la derecha más extrema pasa a ser asumida como referentes de la rebeldía política. Un fenómeno similar a lo ocurrido en Argentina y que dio la victoria a Javier Milei en las recientes elecciones presidenciales.

Boric ha acabado por identificarse como el representante de esa institucionalidad cuestionada.

Sin embargo, no podemos obviar que Boric ha ayudado a reforzar este fenómeno aplicando políticas cobardes en lo social y con sus alineamientos a nivel regional e internacional. Apostándole más al consenso institucional —con todo lo que supone, incluyendo no cuestionar las alianzas internacionales que han sometido la soberanía chilena— que a la ruptura que exigía el pueblo. A su vez cabe destacar la imagen que proporcionó al mundo, al estar en la toma de posesión de Javier Milei junto a los pocos y muy representativos invitados que tuvo el nuevo presidente argentino. Es imposible, más allá de un relato mediático e interesado, que tras dos años alguien pueda identificar a Boric como representante del progresismo y la izquierda latinoamericana rupturista. No obstante, sí que ha cumplido un rol determinante para una falsa identificación entre la izquierda y el oficialismo, cuestionado, beneficiando con ello, a la extrema derecha.

Chile a las puertas del plebiscito constitucional: claves de otra consulta con mal pronóstico

El estallido social ponía sobre la mesa un cuestionamiento profundo de Chile, de un modelo impuesto por una dictadura criminal que usó a su población para la experimentación económica neoliberal al servicio de potencias extranjeras, que negó el desarrollo a la mayoría social del país y cercenó los derechos de poblaciones enteras, como por ejemplo la Mapuche.

Quizás el pueblo chileno vota rechazo porque aún nadie le ha hecho la pregunta que esperaban tras su estallido social, porque aún nadie se ha parado a escuchar lo que estaban pidiendo.

El “que algo cambie” de la oficialidad consensuada, finaliza con un “para que nada cambie” del pinochetismo abierto. Así creen que se silencia a un pueblo. Sin embargo, en octubre de 2019 algo se rompió y sonó tan fuerte que se le llamó estallido.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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